Cuando nos decidimos por fin ponernos a escribir, nace en nuestro interior una resistencia.
Esta resistencia se presenta como un bloqueo, es una voz que nos convence de hacer otra cosa en lugar de lo que nos hemos propuesto. Nos ofrece pretextos fáciles, pone obstáculos a nuestra débil voluntad.
La voz que nos impide avanzar no es otra cosa que miedo, dudas, el deseo de perfeccionismo. Esta fuerza ya es parte en la cultura de la ansiedad. Su alimento son los celulares, redes sociales, mensajes, correos electrónicos… todo aquello que justificamos usar por su promesa de inmediatez. Es una ilusión.
Para vencerla necesitamos de un sistema, un hábito que nos haga comenzar en automático la promesa que nos hemos hecho sin recorrer el camino de las distracciones. Es una lucha contra nosotros mismos que depende de nuestra fuerza para triunfar sobre ella.
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