Muchos políticos, a lo largo de la historia, han reunido grandes masas para aplaudirles y recibir demostraciones de cariño.
Esto no significa que sea un buen líder, estadista o, incluso, persona; solamente quiere decir que sabe congregar a una masa, es popular. La novedad del momento.
Un político muestra su capacidad cuando logra fortalecer una igualdad de justicia entre todos los ciudadanos; cuando sabe negociar con la oposición y logra objetivos que dan oportunidades iguales a todos; cuando no le teme al debate; cuando acepta que él solo no es la solución de los problemas de un país.
¿Cuánto más va a aguantar un país lleno de almas simples que aplauden en lugar de cuestionar a un político? Aceptar que los líderes populares son humanos, egoístas, envidiosos y corruptos, tanto como nosotros mismos y nuestros vecinos, ayuda a que generemos preguntas sobre de todo lo que se hace y para qué se hace.
Quizás, en un mundo ideal para el político actual, es un futuro donde solamente se alaba y lambisconea. Esto ya sucedió, a esa época se le llamó oscurantismo.
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