Decidimos estar informados

La llamada era de la información, también conocida como la de la desinformación, no es la una o la otra.

La información siempre ha estado alcance de todos. La única presunción de la era moderna es que podemos acceder a esta de manera inmediata. Un celular te arroja cualquier definición de una palabra en todos los idiomas que existen en el mundo. A la mano está la resolución de cualquier duda. Las discusiones, o diferencias en una debate, se terminan con un simple desplazar de los dedos.

Las llamadas Fake news—paparrucha—, son de todas las épocas y eras. Son las herramientas del oportunista, vendedor, chismoso, estafador. Son los que dicen las verdades a medias; incompletas y llena de supuestos.

A pesar de la facilidad para investigar, acceder a la información, desmentir, o aclarar, vamos por ahí, propagando mentiras, defendiéndolas por nuestra cobardía para reconocer cuando estamos equivocados. La dificultad de asumir las consecuencias que produce el creer, sin confirmar, una mala información.

Cada año que llega la época de huracanes, tornados, lluvias, frentes fríos, nos burlamos —o disfrutamos—, de que el clima, popularmente, lo anuncié una mujer con vestido sugerente. Ponemos atención a las pseudo-meteorólogos de vestidos entallados, a pesar de existir, en nuestras propias manos, un instrumento que nos permite ver la información de profesionales; científicos que estudian el clima y los cambios atmosféricos. Dan pronósticos y advertencias.

Todo se reduce a una decisión propia: lo que deseamos pensar. Esa decisión es la que nos coloca en una situación vulnerable o ventajosa; esa es nuestra responsabilidad y debemos asumir las consecuencias, no únicamente cuando estas estén a nuestro favor, sino también cuando están en contra.


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