Crueldad Intolerable.

Con reloj en mano vemos el tiempo pasar acorralados por nuestros propios miedos. No nos escuchamos; no logramos aclarar nuestras contradicciones.

Black Death por Frank en Human Coraza.

Cuando nos sentimos atrapados y llegamos a una encrucijada perdemos la calma; hay quienes se refieren a esta calma cómo estilo. Ahí atrapados, como animales en cautiverio, dejamos de pensar con claridad, atacamos y ofendemos incluso a aquellos que nos ofrecen ayuda.

En una época con acceso fácil a todo tipo de información y con la posibilidad de comunicarnos a cualquier parte del mundo con una inmediatez que supera la conciencia, es sencillo sentirnos atrapados la mayor parte del día.

Las paredes que nos aprisionan tienen nombre: ignorancia, necedad, imprudencia e intolerancia. Para escapar tenemos que recorrer un camino que llega a una encrucijada: bien o el mal; calma o ira; paciencia o arrogancia; escuchar o hablar.

Con reloj en mano vemos el tiempo pasar acorralados por nuestros propios miedos. No nos escuchamos; no logramos aclarar nuestras contradicciones. Cuestionar nuestros pensamientos; el tic-tac nos ensordece. Tenemos que tomar una decisión, rápido, antes de que alguien más decida por nosotros.

Esta ilusión autoinfligida —no tener tiempo para decidir, pensar—, nos hace percibir que las paredes se cierran cada vez más. Asfixiados, imaginamos nuevas trampas, en cuartos cada vez más pequeños. Entonces, al no lograr descifrar nuestra vida, llenos de inseguridad, arrojamos juicios y críticas simplonas.

¿Qué es lo que nos ofende? ¿Quién nos ofende? No importa, no hay tiempo que perder, debemos escapar, al menos a otro cuarto con distintas paredes. Señalemos algo o alguien para cubrir nuestra fuga. No es cobardía, es una estrategia, una ley: cada quien ve por uno mismo. La filosofía de George Constanza.

Todos tenemos fallas de carácter y vivimos ignorándolas. Atrapados y engañados, nos refugiamos en los dichos y hechos de los que aparentan haber resulto sus vidas. Sin aceptar nuestra ignorancia y vacío, creemos en cualquier sombra sin cuestionamientos. Al evitar resolver los problemas propios, los conflictos internos, presumimos tener la solución a los problemas de aquellos que están igual de confundidos, pero aún no saben aparentar seguridad.

No puedo escapar de mi propia existencia, pero puedo ignorarla mientras resuelvo los problemas de otros. Ahí no hay riesgos, no hay límite de tiempo, no hay compromiso. Y si se llega a confundir mi interés en compromiso, recurro a las ofensas, injurias; la utilidad que les hemos dado a los unos y ceros. Mis aliados justificarán mi falta de compromiso, todos aquellos que se sientan atrapados, sin ninguna misión en específico, serán mis cómplices involuntarios.

La moneda de cambio para pagar a este séquito: Likes, corazoncitos, manitas aplaudiendo y caritas simples con expresiones absolutas. No hay lugar para los débiles ni para los pensantes, para aquellos que buscan la razón y la lógica. El espacio y tiempo para mostrar nuestras verdaderas emociones es limitado; tic-tac.

Unos años atrás estábamos comenzando una lucha por desmenuzar lo políticamente correcto. Las bases para romper con estos paradigmas fueron tan débiles que lo que se nos ocurrió fue derrumbar estos muros creando una nueva filosofía que se convirtió en lo nuevo políticamente correcto.

Juzguemos todo y a todos, ataquemos a las opiniones que no estén alineadas con el populacho. Mi respaldo son los likes, cantidad de amigos digitales, comentarios varios, vistas en el canal de Youtube. Ahora estos populistas dictaminan lo que es correcto.

Olvidemos el sentido común para romper los dogmas; la nueva ortodoxia que se ofrece es ambigua y juiciosa.

Creímos que la comunicación nos iba a ayudar a reflexionar; nos iba a permitir explorar nuestro universo interno. Estábamos equivocados. Al abrir los ojos nos hemos dado cuenta de que la rapidez y ansiedad con la cual deseábamos derrocar a la mentira y al medio, termino por apoderarse de la gente ofreciendo mil hábitos antes de las ocho de la mañana. Se nos olvidó leer con conciencia.

Se nos olvidó la ironía, las hipérbolas del lenguaje. Al intentar construir un mejor camino, caimos atrapados en una red. Esto puede parecer una trampa, pero en realidad es la solución.

Hay que detenernos a pensar y comprender. Todas las personas hablan y muchas lo único que saben es insultar; el alimento de las almas simples. No caigamos en el juego y sepamos leer el subtexto y tono de las palabras.

Señalar a las voces juiciosas y críticas cómo sensibles o hipersensibles, es decir poco, casi nada.

Cómo puede ser alguien sensible cuando han cubierto sus propios espejos con espesas mantas y han perdido el valor para siquiera echar una ojeada a sus rostros en algún momento de auto exploración.

¿Alguien sensible no acepta que las personas pueden cambiar? ¿Alguien sensible es quien no acepta una disculpa por no considerarla sincera? ¿Eres sensible y no sabes cómo interpretar un texto, un mensaje, la ironía? ¿Son sensibles por ofenderse debido a su ignorancia? ¿Sensible es aquel que juzga a las religiones por lo hecho por sus fanáticos?

Estamos en una época en la que debemos aprovechar la comunicación entre individuos. Comunicarnos enriquece nuestras vidas y experiencias. Tengamos mente abierta y pensamiento crítico para que no tomen el control grupos de personas que desean regular y censurar nuestra libertad. Tenemos que aprender a superar los obstáculos de la intolerancia.

La solución está en cada individuo. Tomemos un momento para pensar y disfrutar de las opiniones de otras personas. Seamos valientes para aceptar los distintos puntos de vista y agradezcamos, cuando se dé el caso, de recibir el regalo de perspectivas distintas a distintos temas. No destruyamos el espíritu de la comunicación con juicios rápidos.

Queda en cada uno de nosotros aceptar y reconocer los que son ofensas y reconocer de quién vienen; comprensión y tolerancia son nuestras mejores armas. El amor y la razón no son muros, son caminos.


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