Caos, Orden y el Escape de la Realidad

Todo lo que ahora poseemos, todo lo que lleguemos a poseer en el futuro, es un préstamo. La vida misma es una aventura finita.


Nos aferramos a la mentira de lo mío porque esto nos da una especie de identidad. Deseamos ser auténticos. Incluso estamos dispuestos a dar la vida por nuestras posesiones materiales porque tememos dejar de ser.


Mi familia, mi pareja, mi perro, mi casa, mi auto, mi dinero, mi teléfono… todo esto que adoramos, que poseemos, son cosas que llenan el vacío por la falta de imaginación para vivir y disfrutar. Son herramientas que nos sirven, ofrecen o imponen para sostener la mentira que nos contamos. Al final de la aventura, si lo pensamos bien, quedamos sin nada. ¿Entonces cuál sería el sentido de vivir?


Esa búsqueda —encontrar sentido a nuestras vidas— es la que nos da la sensación de vaciedad. La vida no tiene ningún sentido; surge y sucede por el azar del universo; es el aleteo de una mariposa o la explosión de una estrella. Es el resultado de un evento caótico.


Estamos programados para no soportar lo desconocido, la incertidumbre: el desorden. Desperdiciamos el tiempo con la fantasía del orden al hacer predicciones del pasado para encontrar la probabilidad de una certeza en el futuro. Mientras el momento presente se diluye veloz en ese invento humano: tiempo. 


La paradoja de la vida —el conflicto entre lo real y lo que creemos que es real— nos hace huir, refugiarnos, desconectarnos de la vida con medios artificiales, transformados en soñadores pasivos.


Al término de la exploración y el escape, en el último respiro, por fin, dejamos de mentirnos. Aceptamos la realidad de que, a pesar de la acumulación de conocimiento y cosas, quedamos sin nada; en silencio y solos.


Odiamos el caos, o sea, a la creación, porque queremos orden. Meditamos para no escuchar y disfrutar el momento. Somos una especie superior y, sin embargo, un animal, una planta, una roca, no necesitan de la ausencia de ruidos para gozar del viento, del sol, de la vida, de la armonía del ruido.


En cambio, el Homo sapiens, huye de la vida. Se refugia en el escándalo, en el espectáculo, en el drama. Rodeados de posesiones —en las que se invierte para recibir el visto bueno—, quiere silencio, soledad, orden para predecir el pasado y pensar en el futuro, mientras el ahora se desvanece rápido, más veloz que un pensamiento. En ese último aliento, la vida misma termina por cederle la nada, el silencio y la soledad que tanto desea. Es la justicia poética —el humor negro— del universo.


 

Una mirada al síndrome del impostor

El síndrome del impostor es un trastorno psicológico que en la actualidad se menciona en las conversaciones de artistas. Pero este trastorno está presente en la vida de muchas personas. Su diagnóstico es joven, apenas en 1970 un par de investigadores lo detectaron. Y, al principio, creían que afectaba únicamente a las mujeres. Así que poco se sabe del asunto.

Por una libre expresión Radical

Antes de mandar a callar a alguien solo porque la conversación se puso confusa, recordemos que es más importante poder decir lo que pensamos que dejar que el orgullo nos gane. Imaginemos un mundo donde todos podamos expresarnos sin miedo, ¡qué lugar tan increíble sería!

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