Procrastinación: El enemigo del artista creativo

Procrastinar es la forma en que el cerebro nos dice “Estoy aburrido”. Se ha propagado el mito de que la procrastinación puede ser productiva. Lo cual es una mentira. Con ella, justificamos la incapacidad para mantener la concentración, la falta de interés en nuestro trabajo, cansancio mental y físico, falta de paciencia. Estos son algunos factores, que la pujante cultura de la inmediatez, nos avientan a procrastinar.


Comencemos con lo esencial, procrastinar, es una palabra de moda que se usa para evitar decir: perder el tiempo en alguna estupidez de satisfacción banal en lugar de trabajar para alcanzar mis metas, tomar una decisión o posponer un evento al cual nuestra mente anticipada nos pronostica desagradable. 


El artista es una de las víctimas y, a la vez, un profesional en andar papando moscas o vive en la luna sin saber el día en que vive. Es común cruzar mi camino con personas para hablar sobre el proceso creativo. Ya entrados en palabras aparecen las confesiones sobre el proyecto que se inicia, pero nunca se termina, o de aquel que siempre se pospone. Hay casos en que las razones que sostienen la deserción son claras; el tiempo me enseñó la valiosa lección de nunca discutir las razones personales de cada quien. Cada persona vive con las mentiras que desea creer. Pero hay aquellos que buscan una solución, la cual no es sencilla. Pues, a pesar de tener voluntad, se requiere de tener un proceso y una estrategia.


Es complejo hablar de procesos y estrategias cuando pensamos en arte. La gran mayoría creció con la idea de que la creatividad sucede en los momentos de inspiración. No estoy de acuerdo. Decir esto, aceptarlo siquiera, es pensar que la inspiración es una virtud. No lo es. Es un momento que llega de sorpresa. Por ejemplo, es común que mientras nos bañamos asomen su cara esos momentos de inspiración. Existen muchas situaciones diarias en las que se da el evento Eureka. Sucede al realizar una acción mecánica; una actividad que hemos hecho tantas veces que ya no somos conscientes de hacerla. Entonces es cuando la cabeza busca a la idea llena de telarañas tirada en el ático mental.


La manera más efectiva para combatir a la desidia es a través de un proceso. Mi proceso consta de dos etapas: la primera se enfoca en fortalecer mi voluntad; una especie de calistenia. La segunda está enfocada al oficio de la escritura. Aquí expongo la primera etapa.


De ninguna forma, este proceso creativo, garantiza obras aplaudidas, éxitos o ni siquiera la posibilidad de obtener premios y ganar convocatorias. Es un proceso para terminar mis proyectos, lo cual es un éxito y me llena de satisfacción. De hecho, uno de mis grandes problemas, es que disfruto mucho más el proceso que el resultado final, lo cual se vuelve, en algunos casos, deprimente. Pues es el final de la aventura.


Y, la finalidad de compartir mi experiencia, es con la idea de ilustrar que escribir, como cualquier trabajo, tiene obstáculos. El oficio del artista no es pasarla envuelto en sueños y fantasías. Es el de llevar a cabo un trabajo constante en el que no existe un ser superior con látigo en mano exigiendo que se cumpla un horario. Ese demonio vive dentro del artista; es demandante y hay que vencerlo.


En alguna etapa de mi vida intenté aplicar este proceso en proyectos de teatro y de cine. Nunca funcionó; en estos trabajos grupales se involucra a mucha gente, muchos egos, mucha mezquindad. Este proceso es más individual. Coordinarlo con la vanidad y narcisismo de otros es una tarea ardua; la estupidez humana es infinita.


¿Cómo nos gustaría ser recordados?


En esta primera etapa, la de fortalecer la voluntad, el primer paso es reflexionar y pensar en cómo queremos que las personas nos recuerden. Esto no es literal, nadie puede cambiar la percepción de las personas pensantes. Pero, ¿qué define a una persona en realidad? La mejor manera es imaginar lo que diría nuestro obituario (un obituario es un escrito que se hace cuando alguien fallece). La finalidad es ser conscientes de la finitud. Debería ser evidente; extrañamente, es una información que sabemos, pero nunca la creemos o nos sentamos a pensar en ello. Viene a la conciencia cuando el golpe del yugo del tiempo nos despierta, y, en muchos casos, ni siquiera así aceptamos la probabilidad de que este suceso se puede cumplir en cualquier instante.


Lo inmediato siguiente que descubrirnos es que, justo por no ser conscientes de nuestra vida finita, nos sorprendemos de todo el tiempo desperdiciado. En lugar de construir nuestro castillo y luchar por nuestros sueños, invertimos en quejas y buscamos responsables por nuestra mala suerte. Siempre es sencillo echar la culpa a la naturaleza y al destino. De ahí que los horóscopos, vírgenes, santos, Budas, democracias y demás ficciones sean de los mejores negocios.


David Bowie es alguien que hablaba de esta práctica. Nuestro obituario no tiene que ser público, es un escrito personal. Con que sea entendible para quien lo escribe es suficiente. ¿Cómo hacerlo? Sencillo, contesta a las preguntas retóricas: ¿Quién soy? ¿Qué es lo que me define? ¿Cómo quisiera ser recordado? Por ejemplo: Soy Pedro; soy un vagabundo; espero que las personas me recuerden como una buena persona. Puedes escribir cuánto desees. Sugiero que no sean más de 300 palabras. Hazlo simple. Otro ejemplo podría ser: Soy una mujer de treinta años nacida en Campeche. Disfruto mucho viajar y escribir. Me dedico a la acupuntura, pero esto es solo para pagar la renta. Mi pasión son las plantas, mi jardín; me gustaría que me recordaran como alguien que luchó por los derechos de igualdad. Con estas respuestas puedes escribir un obituario; una pequeña biografía ti.


La rutina diaria


Escrito el obituario, el siguiente paso es hacer una lista de las metas que deseas completar junto con tus actividades obligadas del día. Puede ser muy general o muy específica; la idea es no abrumarnos con esta reflexión del día a día. ¿A qué me refiero? Puedes apuntar cada actividad de cada minuto, como, despertar, estirarse, apagar el despertador, correr 15 minutos… o, puedes ser más conceptual, despertar, baño, desayuno, traslado, trabajo de oficina de 0900 a 1800…


El objetivo de la lista es hacer consciencia de cómo invertimos el tiempo de nuestro día. Quizás creas que no es necesaria una lista porque tu rutina es tan repetitiva que puedes saber claramente cómo se distribuye tu tiempo, mentira. La mente es uno de los estafadores más profesionales que vamos a conocer en nuestras vidas. Justo por eso terminamos con los dedos en el celular, hipnotizados durante tres horas en shorts o el scroll de TikTok, Instagram o Facebook —decimos, 5 minutos nada más, como infantes traviesos—. No hay necesidad de sentirse culpable de esto, todos somos víctimas. Los algoritmos modernos tienen como objetivo, justo eso, captar nuestra atención. Asume la responsabilidad y sé consciente de que para ti, tu vida está en un vacío que tienes que llenar con las ocurrencias de otros. ¿Quieres evitar esto? Ten un propósito.


Esa es la siguiente lista.


El corto y el largo plazo


El gran problema de los objetivos es que viven sólo dentro de nuestras cabezas. Creemos que no hay necesidad de apuntarlos. Al ponerlos en papel —puede ser de manera digital, aunque es mayor el compromiso hacerlo con puño y letra—. nos obliga a hacer un compromiso. Por el otro lado, no escribirlos, es un error.


Los objetivos son de corto y largo plazo. Los objetivos de corto plazo no necesitan una planeación profunda. Algunas veces, estos forman parte de los objetivos a largo plazo. Así pues, los de largo plazo son aquellos que necesitan planeación, desmenuzarse en partes, pues requieren paciencia y esfuerzo. Ambos son importantes; no hay que subestimar a ninguno; velos como bloques que aspiran a ser algo importante.


Algunos ejemplos de objetivos de corto plazo: arreglar un escritorio o el jardín; hacer llamadas para generar ventas; cumplir con una tarea escolar. Ejemplos de objetivos de largo plazo: escribir una novela; tener una licenciatura; hacer una película o cortometraje.


Planificación


Completos los puntos anteriores: Obituario, rutinas diarias y objetivos de corto y largo plazo, planeamos.


La planeación es el corazón de todo el esfuerzo. Aclaro: los planes son para cumplirse, esto es, debemos de crear una disciplina y armar una planeación que no nos abrume; es mejor una que esté dentro de nuestras capacidades. Por un lado, dejemos atrás esa mala cultura de la inmediatez actual. Ni a la generación fastfood le sirvió, ni tampoco a la generación multitasking. Ambas terminaron por posponer sus metas personales mientras la vida pasó de largo. Ahora llenan su vacío con críticas, quejas y pretextos. Los peores y amargados dan consejos no solicitados.


¿En qué consiste este plan maestro? Mezclar todo. Primero, pensemos en cómo queremos ser recordados, definamos esta imagen de nosotros hasta encontrar su esencia. Por ejemplo, si queremos ser recordados como escritores, tenemos que escribir. Así que es importante tener en nuestro plan, tiempo para escribir.


Aclaro, lo importante es que decidan hacer lo que sea, pero que sea para ustedes. No se trata de buscar que alguien valide lo que somos y hacemos. A qué me refiero con esto: al apartar un tiempo para escribir, no me refiero a que cumplan con el estereotipo de sentarse en un café popular con una laptop a escribir a la vista de todos. ¡Como si a alguien le importara lo que uno hace! La frase Time is money vino a alimentar ese ego mezquino que ahora caracteriza tanto a tantos artistas; en lugar de mostrarse a través de su trabajo, muestran el vacío de su espíritu al convertirse en mercancía. Dejen de una vez por todas pensar que en México, y quizás toda Hispanoamérica, el artista vive de la venta de su obra; quizás el 1 o el 2 %. El resto, vive de lo que da el Estado. Hay otro pequeño porcentaje, al que llamo artistas puros. Son aquellos que se dedican a algún oficio artístico por una necesidad del alma y nunca reciben dinero alguno. De este puñado, uno que otro, lo hace toda su vida. La gran mayoría desiste antes de contar con una segunda y tercera obra. Y, por lo general, viven y mueren en el anonimato.


La planeación sirve para tener una representación clara del día. Es un ejercicio personal y privado. Es importante ser específico para poder definir cómo distribuimos nuestro tiempo. También es para categorizar nuestras tareas. Porque en teoría, todo lo que hacemos en nuestro día es importante para nosotros, sea por un motivo o por otro. Pero, lo que deseamos encontrar es tiempo para hacer esa tarea que solamente a nosotros nos importa y que esperamos que nos defina. Su segunda función, es establecer líneas de tiempo. Todo proyecto que comienza debe de terminar. De ahí la necesidad de tener objetivos de corto y largo plazo. Ambos deben de cumplirse en función del proyecto.


El motor creativo


Nadie cuestiona que el talento es una parte fundamental del artista. Pero, en la gran mayoría, el talento consiste en fortalecer la voluntad, la cual es el combustible del motor creativo. Muchos talentosos en su oficio nunca llegan a completar un trabajo por carecer de voluntad. 


El elemento que entrelaza a la voluntad y a la creatividad es la capacidad de tomar decisiones. ¿En qué invertimos nuestro tiempo? Es una decisión constante. Por lo tanto, decidir llevar a cabo esa planeación que hicimos o no, es una decisión. La planificación flexible es la que mayor probabilidad de éxito tiene.


Cuando no se ejercita la voluntad a diario, se vuelve débil. No es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana. Incluso, mal enfocado, ese ejercicio puede convertirse en una voluntad mal empleada. Es decir, al premiar el trabajo con un tiempo determinado de distracción, si no definimos la correcta distracción, esta se convierte en un estímulo negativo. 


La moda actual es tomar un descanso utilizando un medio electrónico como la computadora y el celular. De alguna manera estamos convencidos de que podemos tener una distracción de calidad y esto es un error. Asumo que se entiende que todas las redes sociales tienen como fin captar la atención del usuario a través de sus miedos y vacíos en el subconsciente. Sin contar estas, queda muy poco por ser entretenimiento en el internet, y aclaro, los servicios de streaming de películas y videojuegos, son, redes sociales. Por suerte, sí existe un universo de información y aprendizaje sin fines de lucro, pero es difícil llegar a estos porque sus páginas solamente son letras sin colores atractivos ni fotos ni publicidad, la cual, es necesaria para que los modernos algoritmos propongan en primera instancia estas páginas. Si encuentras una de estas, atesórala y guárdala. Estos son un ejemplo: Prime numbers. Para escritores estuvo vigente NaNoWriMo, pero al parecer la Inteligencia Artificial complicó los principios de la página. También esta: Cuentos de la Selva.


Otro agente que debilita a la voluntad es desconocer por qué hacemos lo que hacemos. Esto es, el propósito. La falta de propósito se identifica como aburrimiento. Esto surge voraz cuando ignoramos las emociones que se estimulan al momento de trabajar. Recordemos que la persona más fácil de engañar es a uno mismo. Al proponernos llevar a cabo un trabajo, nos alimentamos de citas y aforismos que hay en el mundo del internet, hechas por creadores famosos y conocidos. Las usamos como motor de inicio, bien. Pero las usamos sin discriminación, sin pensar bien en ellas, sin analizarlas, entonces, terminamos con las motivaciones equivocadas.


En lugar de esta búsqueda exhaustiva de frases bonitas, escribe en un papel las razones por las que quieres ser artista. La sinceridad con uno mismo es lo esencial, porque así sabrás qué emociones son las que te impulsan. Ningún motivo es incorrecto, deja atrás esa publicidad romántica del artista. Las razones del artista están sobre la moral y la ética de la sociedad. Pero si logras escarbar lo suficiente y encontrar sinceridad en lo que te mueve a trabajar y esto es interpretar lo más limpio que puedas: la visión de tu alma. Está bien. Cualquier motivo es correcto. Lo importante es que sea auténtico para saber el cómo superar el agente del aburrimiento. 


En resumen, cuando no tienes un propósito, sea por temor a encontrar la motivación a través de la autoexploración o por no tener la capacidad, ese vacío lo llenamos con ideologías.


La mejor manera de fortalecer la voluntad es a través de rutinas, y así, poder administrar la energía del día. Otra cosa que permite la rutina es establecer a la cabeza tiempos. Con el tiempo y la disciplina en estas rutinas, la mente se enfoca en la tarea que tiene a la mano. Por ejemplo, si todos los días de 9 AM a 3 PM escribimos, la cabeza eventualmente estará preparada para a esas horas dedicarlas a la creatividad. Es importante, aun a pesar de sufrir un bloqueo, dedicar esas 6 horas a escribir. Aunque eso signifique estar frente a una hoja de papel en blanco sin escribir nada, la paciencia es la mejor herramienta de un creador.


Vive el presente, aprovecha el tiempo y todas esas frases cortas que son ya un cliché para motivar a los creadores toman sentido. No es de extrañar cuántas frases y aforismos existen de creadores hechas para automotivarse. Soñar en el futuro y recordar el pasado son parte del trabajo del artista. Quedar atrapado en esta telaraña es un hecho, nada porque sentirse mal en ello. El problema es quedar atrapado en ese juego sin transformarlo en creación.


Vagar entre expectativas, ahí se van minutos valiosos, en esas ensoñaciones de eventos que no suceden. Incluso los dejamos en tanta libertad que se vuelven en fantasías dignas de una película de Marvel. Luego llega la conciencia con su mala cara del presente para con muecas hacer que nos arrepintamos por perder el tiempo en sueños vacíos. Este ir y venir agota, queramos o no.


Tenemos que vivir en el presente y hacer. El mundo actual conspira contra la voluntad del creador para vivir en el presente y trabajar. Da Vinci, famoso procastinador nunca tuvo en sus manos un celular. Es una conjetura, pero de nacer en esta época, La Gioconda nunca hubiese existido. Ya de por sí, la última cena, se hizo a regañadientes, bajo amenazas y manipulaciones. Ese es el secreto de muchos artistas: trabajar bajo amenaza.


Por desgracia, la sensibilidad y fanfarronería de las personas, ese rechazo a la violencia psicológica y la amenaza, les arrebata a muchos creadores esa posibilidad. Tienen que buscar herramientas que los motiven y armas para luchar contra las críticas, opiniones y distracciones mecánicas si desean terminar una de sus obras. Todo esto debilita a la voluntad.


Una solución moderna, que fomenta vivir en el momento, es crear rutinas de tiempo de trabajo. Sobre todo para las mentes más dispersas, como lo es la mía propia. Lo único que se necesita es un reloj con alarma. Por supuesto, el ambicioso vendedor ofrece recursos más elegantes que prometen resultados milagrosos. Caemos en este discurso de ventas justo porque estamos en ese laberinto de la agonía del artista; somos presas fáciles. Pero todo ello es mentira. En lo personal, utilizo un cronómetro de cocina con la figura de un cerdito rosado. Primero utilicé el celular, pero soy un botín demasiado inocente para todo lo que ofrece este aparato del demonio. Por ello, tuve que cambiar por uno antiguo, y, al aparato, mantenerlo lejos de mí. Soy promotor de dejar atrás los celulares, regresar al teléfono fijo familiar en la cocina o en la sala, pero las personas parece que ya no se saben comunicarse si no es a través de WhatsApp, Messenger o SMS


La disponibilidad en la que el resto de los mortales cree que debes estar hace que todas las llamadas sean siempre urgentes. ¿Acaso no es urgente saber los últimos chismes de desconocidos?, o, ¿las quejas de amigos y familiares?


Se trata de hacer espacios de tiempo reales. Yo inicié con 10 bloques de 30 minutos por 10 de descanso entre bloque y bloque. Esto daba cinco horas de trabajo continuo, lo cual es mucho. Hice una regla básica: tenga inspiración o no, ganas o no, voy a estar esas horas sentado frente a la hoja en blanco, sin celular, sin internet. El resultado fue que escribí un montón de palabras, aunque la mayoría fueron ideas aisladas que nunca llegaron a nada. Por lo menos me desahogué. En la actualidad mis bloques son de 60 minutos con 15 minutos de descanso. Y, es común que mis primeras oraciones no sirvan de nada más que para calentamiento. Un compañero de hace muchos años, cuando íbamos a un bar a convivir, ordenaba siempre la segunda copa, porque la primera nunca le sabía a nada, decía. 


Otra forma de ayudar a esa voluntad a escribir es con un compromiso. Claro, los creadores tenemos un compromiso con nosotros mismos y toda esa fanfarronería. No descarto quien considere ese compromiso personal una obligación. Al igual que asumir responsabilidades, los compromisos no son naturales en el espíritu humano. Se requiere de un esfuerzo, la amenaza de un castigo o, que es lo que podemos aprovechar, el quedar mal. Consta de hacerse de un cómplice, un socio, un amigo, cualquier persona con la que sintamos un tipo de vergüenza en caso de fallar. A este cómplice lo ponemos al tanto de nuestros planes y le pedimos que día con día nos pregunte sobre nuestros avances. Puede ser una vez a la semana, vamos, es flexible el tiempo, tan solo es una palanca. Este compromiso tiene desventajas: que por nuestra falta de voluntad o disciplina prefiramos terminar la relación con el cómplice hasta evitar verlo con tal de no asumir nuestra responsabilidad y, otra desventaja popular, es que por lo general escogemos a alguien a quien no nos importe fallarle.


 Creativo y flexible


La clave de los pasos anteriores es aceptar que la verdad no existe. De lo contrario, todo nuestro sistema lo apuntamos en roca y esto es un combustible poderoso para terminar con tu vida social. Comprendo que uno de los clichés del artista es la soledad, el odio por la humanidad y todas esas características oscuras que nos venden. Puede ser cierto, pero mantener una postura así sin ser una propia y auténtica es desgastante. Incluso, muchos creadores terminan agotados y amargados por no encontrar trabajo. Justo al construir y vender esa imagen. Es raro conocer al verdadero artista solitario y místico mientras este viva. Siempre mueren en el olvido: miserables y vagabundos. Pasan unos cuantos años después de que se convierten en alimento para gusanos cuando alguien descubre su obra y la valora. Pero ni eso es garantía. Hay miles de estos en la historia del mundo que su obra aún espera ser reconocida. De muchos, nunca sabremos nada.


La solución es crear un sistema creativo y flexible. ¿Cómo es esto?


Regresemos por un momento a la parte del obituario y las tareas del día. Digamos que quieres ser recordado como escritor y en tus tareas diarias tienes que ir a la escuela, cuidar de tus hijos, dar de comer a los perros, ir a la tintorería, lavar ropa, hacer limpieza de la casa, hacer de cometer, etc. Tareas necesarias, impredecibles y que no se pueden delegar. Para encontrar esos espacios en los que te puedes sentar a escribir es necesaria la creatividad. ¿Qué significa sentarse a escribir? Si es algo que no haces regularmente, debo aclarar que ese espacio no es tan sencillo de encontrar. Para llevar a cabo cualquier actividad que requiera concentración, encontrar un espacio en el día es una verdadera odisea. No se trata de decir: mira, aquí o allá, tengo quince minutos. La vida no es tan sencilla para muchas personas. Otra cosa a tomar en cuenta, es que escribir o cualquier otra cosa que se realice debe de ser día a día. Hacer cualquier tipo de arte es un escape, una necesidad; si lo tienes que forzar, es porque aún no encuentras el medio por el cual expresarte. Cuando lo encuentres, entonces apreciarás ese espacio y comprenderás lo que digo con que no es tan sencillo apartar 15 minutos aquí y 15 minutos allá.


La preparación y el hábito son dos herramientas de la flexibilidad. Crear un hábito es sencillo, sin libros extraordinarios, sin secretos milagrosos. Lo que se necesita son 42 días. Esto es, el hábito que deseamos adoptar, lo debemos de hacer por 42 días seguidos sin interrupción. Interrumpimos el día 41, volvemos de cero. ¿Por qué 42 días? Es una cantidad arbitraria que me funcionó a mí. Lo que digo es poner una cantidad de días como reto, cualquiera con la que uno desee comenzar. Por ejemplo, digo que voy a escribir por tres días seguidos. Al término de estos, si cumplí con mi reto, me propongo hacer tres días más, luego quizás aumente el reto a cinco días. Paso a paso fui aumentando el reto. Un buen día me di cuenta de que simplemente se me había hecho el hábito. Y, ¿en qué momento sucedió que era ya un hábito? Al día 42. A partir de esta experiencia, uso esa cantidad de días y me funciona. Se trata de engañar a la cabeza, haciéndola creer que está en una competencia hasta que ella misma deje de enfrentar resistencia.


La resistencia es algo real y, cuando hacemos algo tan antinatural como escribir, hay resistencia animal. Escribir es un acto racional y el ser humano es emocional con capacidad para ser racional. Lo sé, todos nos creemos racionales. Pero basta recordar la facilidad con la cual se nos engaña con rumores en las redes sociales, con la que evitamos debatir, con la que creemos que la tierra es plana o que somos los hijos favoritos de un Dios para reconocer que reaccionamos por nuestras emociones, en lugar de hacer un esfuerzo y razonar antes de actuar.


De ahí que se necesita ser flexible también en nuestra planeación. La flexibilidad nos da libertad y tiempo para razonar y decidir en los momentos en que queremos tener concentración. Y, a menos que seas una persona antisocial, vivas lejos del mundanal ruido, solitaria, las probabilidades de que tengas unos minutos diario de total enfoque y concentración, son muy pocas. Tienes que lidiar con todo lo que te rodea. Adaptarlo a tu estilo o aprender a convivir con esto. Podrás pensar en que mucho lo puedes ignorar o, es posible, delegar. Por ejemplo, si eres el hombre macho alfa, pelo en pecho de la familia, podrás pedir silencio y encargar la disciplina eclesiástica de los hijos a la esposa o trabajadora doméstica. Quizás eres un ejecutivo rodeado de esclavos a los cuales puedes pedir que mantengan a la gente lejos de tus oficinas. De existir en estos tiempos, personas así, donde las mentiras se dicen ser reales y la realidad se dice con mentiras, es difícil. Primero, porque no creo que tengan la sensibilidad del artista y, segundo, no creo que lean este tipo de blogs.


De regreso al tema, la flexibilidad. Si encontramos ese valioso tiempo de trabajo, la creatividad y flexibilidad nos van a ayudar a sacar el mayor de los jugos a cada segundo. En mi caso, ese instrumento impredecible de la distracción son los perros y ocasionales vecinos, así que no me usaré de ejemplo. Pero tengo uno de hace años. Tuve la oportunidad de recibir asesoría de una guionista.  Ella, vivía en el caos con una madre enferma en casa. Era soltera y sin hijos, pero las demandas de la madre eran absorbentes. A penas dormía, y a su madre, la tenía que ayudar hasta para ir al baño. Su día se acomodaba alrededor del horario de las medicinas, cambios de pañal, comidas y ocasionales berrinches. Además (su principal ingreso era escribir telenovelas), tenía que asistir a largas jornadas de juntas absurdas, de esas que hacen los productores para sentirse importantes. De los tiempos que hablo era cuando la mayor gracia de los celulares era enviar mensajes de texto, además de la ya clásica, obligada y odiosa disponibilidad 24/7.


Un día, mientras revisábamos unos textos, me encontré en medio de una tormenta que, para la escritora, era cosa de tres a cuatro veces a la semana. Asistí en lo que pude, y debo decir, al final sentí que estorbé. Ese día la madre tuvo molestias por la noche, despertó caprichosa y con deseo de llamar la atención por cualquier motivo. Cuando llegué a la casa —11 de la mañana— la escena era desesperante. Propuse cambiar los días, pero la escritora insistió. Encontrábamos a lo mucho 10 minutos de trabajo entre gritos, medicinas, sacar la basura a la calle, llamadas de la producción, el mismo televisor de la madre era distracción. Caos total; trabajamos así hasta las 3 de la tarde; las cuatro horas más productivas que habíamos tenido en nuestras sesiones de trabajo.


La resiliencia de la escritora es un factor importante para saber sacar provecho del tiempo. Sin embargo, esto no explica cómo puede mantener el momento, la concentración a cada interrupción. Lo explica la flexibilidad. Esta es sencilla cuando se reconoce lo esencial necesario para llevar a cabo la tarea: imaginación, papel y lápiz. Sin objetos tecnológicos, sin sofisticados métodos de apuntes, sin ningún elemento con funciones milagrosas para tapar el hecho de nuestra desorganización y falta de motivación. En ese tiempo que revisábamos, se quedaba con una idea en la cabeza a la vez que ayudaba a su madre a ir al baño, por ejemplo. Claro, aclaro que la mayoría de sus tareas eran mecánicas. Mantenía al mínimo las labores que necesitaban de una curva de aprendizaje o una rutina para mecanizarlas. Esto la desgastaba y distraía del objetivo de escribir, el cual demanda una claridad de ideas mezcladas con raciocinio.


El anterior es un caso extremo, pero me sirve para ilustrar lo que logra hacer una mente flexible. Fácilmente, mi tutora hubiera complicado su existencia al aferrarse a un horario y rutina escritos en roca. Su entorno era caótico y sacaba el mejor provecho de este. ¿Tenía resultados? Sus ingresos económicos dependían de escribir guiones de telenovelas y publicidad. Lo cual, además de sostener la situación económica en la que la orillaba la condición familiar, sostenía el sueño de escribir obras personales. A esto le dedicaba un par de horas por la noche. Cuando la ciudad y su madre descansaban. Las ojeras, su cuerpo delgado, eran una proyección del desgaste y, sorprendentemente, tenía una extraordinaria capacidad para sonreír acompañada de una paciencia para escribir. Lo que más me sorprendía era su agilidad mental para resolver diálogos y escenas.


Conclusiones de una mente errante


De vez en cuando leo artículos, o pasa por mi mano, un libro de cómo crear hábitos. Me gusta leerlos, son rápidos y, por lo general, escritos de forma correcta. En estos explican rutinas milagrosas, algunas pueden funcionar, cada quien sus formas. Otras rutinas son las que por lo general practicamos quienes llevamos una vida de trabajo constante. Pienso que la mayoría de estos libros ayudan al público confundido o al que no sabe cómo comenzar por haber tenido una vida relajada y sin presiones. Esto último es mi caso.


El problema de todos estos artículos y libros (al menos los que he leído) motivan al lector con premios artificiales como éxito y dinero para simular una vida como la de los magnates multimillonarios convertidos en la actualidad en rock stars


Escribir, crear en cualquier contexto, no necesariamente es para satisfacer egos banales. Porque crear no trata de convertirse en una máquina de producción en serie. El arte no se puede cosificar, aunque la sociedad vacía, insista en ello. Pelear contra la estupidez humana no es mi principal meta. De ahí que esos artículos y libros no me ayuden mucho más que disfrutar de una buena lectura llena de anécdotas.


El proceso creativo sucede cuando sabemos sacar provecho de la pereza: contemplar y gozar de cada momento de la vida a través de nuestros propios sentidos. Entonces nace la urgencia por desear compartir la experiencia e interpretación de ese momento privado. Por desgracia, las redes sociales, los juegos de consolas, y en sí, la misma dinámica social actual, han hecho que nos sintamos avergonzados por nuestros ratos de ocio que ya no sabemos cómo invertir en esos momentos y disfrutarlos. Pedimos perfección porque nos vemos imperfectos y entonces creamos perfiles digitales para mostrarnos al mundo felices, sin confusiones, sin debate. Ni siquiera se puede llamar a eso aburrido porque estamos decidiendo sentir por medios digitales. Estamos ajustando nuestros sentidos o modificándolos porque nos hacen pasar vergüenza. Pronto seremos una sociedad con discapacidad sensorial.


Para crear no necesitas comprar nada, pagar cursos y tutores, ganar concursos. Algo bueno que trae la modernidad y el progreso, es que para exponernos es sencillo. El público decide. Lo que ahora se expone y se vuelve popular es falso. Justo por esa misma falsedad es atractivo porque ofrece una fantasía. ¿Es culpa del público que esto sea popular? Sin lugar a dudas, siempre. Pero, ¿cuál es la opción si aquel que tiene algo auténtico que decir no expone por miedo o por perder el tiempo y energía en quejas?


La fantasía y leyenda que esclaviza al creador, al artista, es la producida por los medios masivos: el artista vive del aplauso. Esto es falso, es vanidad y narcisismo. Rocas que hunden al arte y a la autenticidad de personas y obras valiosas. Esos aplausos industriales de autoalabanza en eventos hechos y patrocinados por ellos. En los que sus empleados inundan de chiflidos y chacoteo el show para que el espectador, ignore la ausencia de sensibilidad y deje de pensar por si mismo. El público común termina por creer que necesita a alguien de guía y que le diga qué sentir. En el vacío cree que lo popular es auténtico y sincero. Es lo mismo que pensar que la comida de McDonalds es nutritiva.


Estos mismos medios venden las fórmulas de una vida productiva. Muestran las imágenes del artista elevado a estrella como premio por pagar por el piso que los sostiene. También la comunidad intelectual hace el mismo juego; las academias no se quedan atrás. La idea es purificar la creación artística y liberarla de lo corriente. Lo hacen tan bien que el público cada día se aleja más de todo, sólo sus cuates son los que aplauden.


El creador, crea, no distribuye, y mucho menos, sabe vender. Incomoda a la sociedad al cuestionar sus prejuicios. El mundo lo ha puesto en una posición en la que debe aprender a venderse; en promover ideologías para sostener un estilo de vida. Es libre cuando encuentra un impulso sincero y real de crear. Encuentra por si mismo el tiempo y el hábito para hacerlo. Cuando las motivaciones provienen del alma y no del deseo de proyectar una vida artificial.


Cuando el impulso es artificial y banal, entonces es cuando se necesita un pretexto para crear. Herramientas especiales y modernas. Técnicas de meditación extranjeras. Cubrir un horario en el que tiene que estar preparando y planeando. El artista contemporáneo habla más de lo que antecede a su obra, que de su arte. Incluso pocos son los que tienen obras que mostrar. Así juntan sus centavos para sobrevivir hoy en día. En cambio, el creador puro, trabaja en silencio. Sabe disfrutar de la pereza, es un verdadero desconocido. Su obra habla por él. En la actualidad, para llegar a su obra, surge y sucede por el azar del universo; es el aleteo de una mariposa o la explosión de una estrella. Es el resultado de un evento caótico.


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