Ocupado y efectivo son dos conceptos contrarios.

Desde muy temprana edad tenemos objetivos. Y para alcanzarlos, necesitamos trabajar. El camino puede ser largo o corto, hay que aprender a superar los obstáculos. En ello radica, no solamente el aprendizaje, sino también la aventura del recorrido.

Las fórmulas para facilitar el trayecto no existen. Creemos que las hay, pues, algunas personas parecen caminar más tranquilos que otros. Existen también los que corren y los que se cansan demasiado temprano. Todos tenemos distintas ambiciones y maneras de disfrutar la aventura. Lo importante es andar todo el viaje, sin trampas, sin atajos, sin mentirnos.

Es ya una tradición pensar que, para tener éxito, debemos de trabajar arduamente. Sacrificar todo, olvidarnos de la diversión, de la familia, de las relaciones sociales. Hay que sufrir para merecer. Cuando escucho esto, me pregunto, ¿después de sacrificar tanto, queda algo al final del camino que disfrutar? Es por esto que debemos razonar y reflexionar en nuestros objetivos. Más cuando estos son superiores a lo que suponemos ser capaces. Hay que soñar en grande, sí.

Cuando consideramos que los ojos de vecinos y familiares, están en constante juicio sobre la cantidad de esfuerzo que dedicamos por alcanzar nuestros sueños, nos desgastamos absurdamente. Engañados por esta idea, pasamos invirtiendo el tiempo de manera poco productiva. Inventamos tareas y labores, que no nos acercan a nuestros objetivos, todo con el fin de parecer estar ocupados.

Este hecho es producto de nuestra incapacidad en reconocer y analizar nuestra ruta —planificar— y por nuestra falta de asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Al aparentar estar trabajando —aunque la ocupación solo sirva de relleno— tenemos una justificación para el fracaso. Supersticiones y/o victimización.

Lo primero que aprende a decir una persona enfocada con objetivos claros es “NO”. Decir “SÍ” a todo, es decidir de hacer algo por otro. Aceptamos todo por temor al rechazo.

El productivo-desorganizado, le gusta generar juntas de trabajo interminables, contestar llamadas (vitales e importantes) en todo momento. Cualquier acción que lo haga parecer responsable y trabajador. Lo cierto es que una persona así, no sabe dar prioridades. Y sin importar sus ingresos netos anuales, es claro que tampoco sabe disfrutar de la vida y hacer su trabajo de manera eficaz.

Hace unos años se transmitía en Europa, un comercial para anunciar cruceros que decía, quienes no saben vivir, viajan en avión. Los que saben disfrutar de la vida, en barco.

Estar ocupado significa ocupar los segundos, minutos, horas y días en alguna actividad. Es relevante decidir en qué y cómo ocupar nuestro tiempo. Sirve de poco llevar a cabo una junta de trabajo de dos horas para ver pendientes. Es más productivo hacer una junta de veinte minutos, para resolver problemas. Pero nos gusta aparentar ser importantes. No hacer productivo al tiempo es cómo gastar nuestro dinero en cosas que no sirven para nada. Por ejemplo, cualquier teléfono sirve para hacer llamadas y recibir mensajes, no importa si es el más nuevo o de hace diez años. Sin embargo, decidimos por tener a la mano lo último de la tecnología, lleno de accesorios inservibles para nuestro trabajo.

Los pretextos que hemos creado para mostrar nuestras preocupaciones y parecer trabajadores son variados. Incluso, hemos llegado a creer que son reales. En cambio, una persona que llama al éxito y una vida plena, rara vez se le mira preocupado y ansioso por mostrar sus infinitas ocupaciones. Sabe en qué invertir su tiempo; por lo general, siempre parecen relajados y sin obligaciones.

Estos alienígenas han construido su imperio de calma a base de disciplina y planeación. La mayor parte de su tiempo lo invierten en pensar y reflexionar en sus metas. Y estas, siempre son ambiciosas e inalcanzables para el terrícola ocupado.

Las personas productivas plantean grandes metas. Las segmentan en tareas que se puedan cumplir en una jornada de trabajo. Cuando la gente los ve construir un muro, ladrillo por ladrillo, lo que en realidad están construyendo es una ciudad. Dominan sus emociones y reconocen el valor de la paciencia.

Saben la importancia de cómo distribuir su tiempo y dónde invertirlo. En el trabajo, en la familia, los amigos. Saben que de decidir no trabajar en su muro diario es un día perdido, y también que de decidir agotarse en construirlo todo lo más rápido posible, los va a hacer claudicar.


Una persona efectiva evita la fricción. Hace su trabajo —sin importar qué tan complejo sea—, simple. La persona ineficiente, ocupada, hace complejo un trabajo sencillo.

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