Viajar en contra del destino

El ruido: miedo y simpleza, nos hacen percibir a la aventura de la vida como una serie de causalidades. Al fin y al cabo, no hay nada por qué luchar si todo está ya escrito de antemano.

Wanderer por Frank en Human Coraza.

Es hermoso pensar que nuestro destino está escrito en las estrellas. Lo bello de toparnos con coincidencias y dejar a nuestras cabezas vagar en un universo que conspira para hacernos felices.

Esta perspectiva, cierta o no, ha sido el pretexto perfecto para justificar nuestros fracasos en la vida. Cómodamente, aceptamos la suerte de haber nacido en un lugar privilegiado. Sin mucho esfuerzo y desde la altura, juzgamos a los que intentan cambiar su destino.

Cada día miles de niños nacen en este planeta. De estos, un gran porcentaje crece en lugares deplorables y no se conforman, niegan que su destino está escrito en el firmamento y lo tienen que seguir sin escapatoria de él.

Gracias a Dios, no todos los seres humanos están conformes con la planificación divina. Hay en cada familia del planeta. El sentimiento de la no pertenencia de lugar es universal. Llamémoslos a estos inconformes con lo escrito en las cartas: rebeldes, locos, salvajes…

Hay muchos sucesos que aparecen en nuestra linea del tiempo. Estos sucesos nos transforman. Son puentes para llegar a lugares lejanos; distintos al nuestro. Depende de qué tanto nos conocemos para sacar el mejor provecho de estos mensajes llegados por suerte.

El ruido: miedo y simpleza, nos hacen percibir a la aventura de la vida como una serie de causalidades. Al fin y al cabo, no hay nada por qué luchar si todo está ya escrito de antemano.

Si te va bien, que así sea, si te va mal, que así sea también. Todo es una decisión del gran arquitecto. ¿Para qué mover un dedo o seguir mis sueños? Una visión limitada de nuestras posibilidades y alcances nos va a llevar por el camino de la mediocridad y la soledad.

Una variante sería observar los sucesos como oportunidades; lo que tiene que pasar pasará. Aceptar que las cosas pasan, abre la puerta al conocimiento.

Ambas ideas parecen similares, pero no lo son. En la primera aceptamos que alguien o algo es responsable de lo que sucede. La segunda, te invita a tomar responsabilidad de los sucesos.

La responsabilidad es acción. Si no la aceptamos, nos quedamos en modo pasivo; si la aceptamos, nos ponemos en movimiento.

Debemos movernos para disfrutar de la vida. Las cosas no suceden por una consecuencia divina, sino por una cadena de sucesos, aún incomprensible para nosotros. De ellos no podemos tener control, pero podemos ser la acción que inicié una cadena de sucesos favorables a nuestras metas.

Por supuesto, al no tener todavía respuestas a todo lo que nos rodea, debemos de confiar en la suerte, ser conscientes de su existencia. La cadena de causa y efecto tiene eslabones místicos. Aplicando un poco de razón y lógica, podremos comprender las causas. No hacer nada y dejar en manos del destino, nuestra vida es ser pasivo. Y entonces, ¿cuál sería el chiste de seguir adelante si todo ya está escrito?

Aquellos que no están conformes, los locos, se dejan llevar por la aventura de sus instintos sin hacer caso a las señales. Están incómodos con su entorno y necesitan cambiarlo; se niegan a adaptarse. La simple explicación de todo no es les satisface y quieren encontrar respuestas. Barajar de nuevo sus cartas, solo para ver qué sale de nuevo.

Los eslabones místicos de la cadena de sucesos esconden un secreto que debemos descifrar. Esa es una virtud, no conformarnos con las respuestas rápidas. Demandemos más. Escuchar, razonar, resolver para continuar en movimiento. No importa si el razonamiento o la respuesta son ilógicas para el resto de la humanidad.

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