Patrono del Criterio

La discusión y conversación más absurda y corriente en una reunión es sobre política. Las evito, porque las pasiones terminan por domar a la razón. Habla uno más de los políticos, las personas, que de sus logros. La crítica política tiene su lugar, tiempo y reglas para discutirse.

La crítica se da en todo lugar. En cada rincón del planeta hay un crítico a la espera de ser descubierto. La crítica molesta porque es necesario que se aferre a las certezas de sus palabras. Un buen criterio para aplicar, es hacerla, a espaldas de a quien se critica.

Por ejemplo, en los medios de comunicación, un crítico, defiende sus ataques cuando quien recibe el golpe de guante blanco no está presente. Entendemos que cualquiera puede defenderse cuando recibe un ataque en los medios de comunicación. Estos son imparciales y siempre dan el derecho a responder. El patrono del criterio, entiende la importancia de lanzar el primer golpe, pues, tiene la misión de capturar audiencia para vender el necesario papel de baño.

Siempre pasivo, evita la acción; un riesgo evitable,  no matter what. Parece que nunca hace nada y hace mucho a la vez. Crítica, porque desde abajo, todo lo sabe y todo lo puede. Así lo dicen sus fuentes confiables. El espectador consume la blandura y viscosidad de sus palabras con fe. Una fe superior; no para mover montañas, sino para adquirir conocimiento y llegar a las certezas vitales.

Tiene una inteligencia, muy por arriba del promedio, ésta le impide debatir cara a cara. Eso es perder tiempo y energía cuando se cuenta con la razón.  Si están equivocados, piden una disculpa y dan vuelta a la hoja. Sus seguidores validan su razón. Estos son los que reconocen su triunfo y verdad. ¿Están confundidos? Cualquier debate es ganar o morir; confía en la ambigüedad de las definiciones para que el debate se lleve a cabo en otras arenas, lejos de la suya.

Por lo general, no toma los riesgos que demanda la acción. Su único riesgo es crear polémica en medio de masas de Homo sapiens primitivos. Si lo hace bien, calculado, solamente el resultado positivo regresa a su figura. El negativo lo consensúa. Todo se puede cuando la interpretación es ambigua.

Este patrono del criterio abunda en todas las áreas de la sociedad. Existe dentro de toda persona a nivel genético; todos somos potencialmente un patrono del criterio. De la especie, el más adulado y descontento con la vida, es el que condiciona su compromiso sin asumir ningún tipo de responsabilidad.

La crítica del patrono del criterio —si acaso produce algún daño— es una labor moral. Demanda cambios inmediatos en las creaciones expuestas. Por desgracia, sus observaciones son tardías. En esto peca. Pasa tanto tiempo entre lo expuesto por el científico y la observación que, por desgracia, en muchos de los casos no se puede retroceder para corregir. De ahí que viva en el pasado, su vista no está en el horizonte frente a él. Si tuerce el cuello para mirar atrás, termina con tortícolis. Está obligado a vivir en el pasado para predecir lo que ya sucedió.

Para evitar este fallo temporal se lleva a cabo una práctica que en la actualidad es moda: bombardear con crítica todo lo que se pueda con cada palabra para confundir y ocultar la posible reflexión debajo de una montaña de debates sobre si los señalamientos son correctos o no. Para cuando se analiza el primer golpe, el receptor ya tiene otro ciento encima. Es como aquel que insiste en saber cómo murió una persona aplastada, si fue por 10 toneladas de acero o 500 toneladas de acero. ¿Existe diferencia?

El científico es el que recibe críticas constantes porque está obligado a exponerse. Esto no es culpa del patrono del criterio. Tampoco que el creador exponga su vida como animal de circo; es la decisión de cada quien, no juzga. Exponer es la parte esencial de un científico y lo hace justo para que la crítica fortalezca su obra. El único que tiene el valor de cometer errores es el único que puede crear. Queda implícito que los errores son lo más importante de una formación y evolución cuando se aprende de ellos. 

El buen ser humano, con su alma racional, está obligado a señalar con el dedo y expulsar opiniones fuertes con la crítica racional que desborda de su mente. ¿Quién sino éste? El único valiente es el patrono del criterio dispuesto a ayudar para que el mundo mejore.

Pero las personas se molestan y clasifican a la crítica como amistosa u hostil. La costumbre moderna de a todo colocar etiquetas. ¿Acaso el patrono del criterio pone valor a los conocimientos y observaciones que ofrece abierta y democráticamente? Toda su crítica es constructiva, o sea, amistosa. La crítica es para progresar, para avanzar, no para destruir. 

Es injusto llamar sólo a la crítica amistosa, constructiva, cuando la solicitan por inseguridad. La crítica es moral, necesaria para el devenir de la humanidad. Solamente el patrono del criterio puede considerarse en realidad un santo. Pues sacrifica su tiempo para corregir y aconsejar sobre el trabajo que nace del instinto y las agallas del científico.

Pero el Homo sapiens se ofende fácil. Llama a la crítica hostil cuando se le señala el error. Cuando lo único que se hace es subrayar con base en lo que marca la academia y los conocedores. Eso es todo. ¿Hostil porque se coloca a la crítica racional sobre las emociones?

El patrono del criterio puede parecer un agente pasivo, y lo es. Desde su lugar tiene que administrar la energía necesaria y adquirir los conocimientos para poder generar juicios certeros. 

Todo lo que se hace en la vida tiene que ser aprobado por las personas. El apático dice: ¿para qué preocuparse entonces? ¿Sirve de algo? En la actualidad de  influencers —que no son otra cosa que patronos del criterio— y de personas preparadas para dar juicios no solicitados, uno no puede hacer las cosas para sí mismo. Eso es egoísmo. En este mundo sólo obtiene el reconocimiento la persona de acción que escucha y aprende. La que es productiva aporta capital al mundo. El que no entiende esto, es el soñador, el aventurero que, por extraño que parezca, no cree en las certezas y disfruta de los riesgos sin tomar en cuenta la opinión general.


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